jueves, 21 de abril de 2011

Agujas

Son las 6  en punto. Bajo la mirada y te veo, ahí, verticalmente a mis pies.  Es uno de los peores momentos, porque es nuestro punto máximo de lejanía, donde te extraño tanto como a las tres y cuarto, nueve y cuarto o doce y media.  Encima el segundero no me facilita las cosas; me refriega en la cara que te encuentra a cada minuto. Quisiera poder imitarlo, pero no puedo. Soy más lento, y dependo de él. Aunque no puedo quejarme; a cada vuelta me da un pequeño empujoncito que me acerca más a vos. Y así avanzo, lento pero seguro, para encontrarte en alguna hora tuya y algún minuto mío.
Pero cuando lo logro, te pierdo rápido. El segundero es demasiado celoso e inquieto; sigue dando vueltas y empujoncitos a cada instante. Me (y Te) hice la promesa de  volver en todas las horas. También le hice prometer al segundero que seguiría su frenética actividad; demostró ser un amigo fiel, ya que nunca paró.
Son las seis y veinticinco, y un hombre que nos mira. Bosteza largo rato y desaparece. Cada tanto sucede; aparecen él, alguna mujer u otro hombre, y nos miran como buscando respuestas. No estoy muy seguro, pero creo que hay otros como nosotros…igual qué importa, si ya son las seis y veintinueve y en un minuto te veo. La espera impacienta, y desespero porque venga el segundero; nadie lo sabe más que yo, pero felices horas son las que te encuentro.