viernes, 16 de marzo de 2012

¡Mirá lo que vine a descubrir!

Hoy fue un día de descubrimientos. Para empezar, me di cuenta porqué Sábato es odiado. Todavía no empecé a hacerlo, pero nunca se sabe, así que pongo puntos suspensivos a ese respecto. Pero caí en la cuenta de algo más interesante aún... el tema es que, finalmente, descubrí que escribir algunas cosas es mejor que charlarlas o contarlas opíparamente. Pero que se entienda bien, no hablo de escribir y leerse por ninguna red social ni por mensaje ni nada de eso, sino hoja y papel, o a lo sumo un blog; sí, un blog encaja en la concepción que tengo, así que lo agregamos (ves, acá sino ponía esto, se me caía todo el argumento. Popper me cagaría a tiros, lo sé).

Este pequeño, insignificante hecho para todo el resto de la humanidad excepto, claro, para mí, siempre fue un conocimiento latente. Pero salió de la bruma y se volvió completamente consciente cuando leí un párrafo de Gramsci. Asumiendo que todos saben quién es, durante su estadía carcelaria y en una de las cartas que le envía a su cuñada, dice “hablemos de cosas más interesantes y con las cuales me sea posible desahogar mi manía de charlar”. Y ahí dije, claro, Antonio no tenía otra posibilidad de comunicación con su familia que la palabra escrita y además, como todos, sentía necesidad de charlar, de contar lo que le pasaba. Estoy seguro que sus deseos de hablar aunque sean 10 minutos con la madre de sus hijos, sus hijos y su cuñada fueron enormes, tanto que entran en el carácter de lo inconmensurable, pero esa frase me hizo pensar.  Dije: nosotros, que tenemos la posibilidad de contarle todo a cualquier persona , ¿lo hacemos? Automáticamente dije que no, que hay muchas cosas que nos guardamos para nuestros adentros. Pero entonces, esas cosas que no contamos a nadie, pero que las queremos decir, ¿a dónde van? Bueno, muchas van a los oídos de nuestros psicólogos, que como nos cobran se las tienen que fumar en pipa,  pero algunas otras no. Y ahí fue cuando descubrí que hay que escribirlas, pero no en tono de escupitajo, de diario íntimo de chica de 11 años que le cuenta al papel que le dio un besito por primera vez a un compañerito, no señores. Sino en tono de charla, marcando puntualmente un “vos” abstracto; es decir, cualquiera puede ser el receptor, no importa a quién se dirige, lo que importa que sea a otro y no a nosotros.

Como nada es porque sí, voy a justificar mi descubrimiento. En primer lugar, hay vivencias o pensamientos que a nadie le importa un catzo. Para descubrir cuáles son, hay un ejercicio fácil: salí un momento de vos y escuchate decir lo que tenés pensado contar. Si tu sensación es de “¿y a mí que mierda me importa?”, es probable que un tercero sienta lo mismo, aunque después te escuche por cortesía y ponga cara de que le interesa, cuando en realidad está pensando en cualquier otra goma. Por lo tanto, escribilo; ¿por qué? Fácil también. Para empezar, cumplís con el deseo de contarlo, pero sin tener necesidad de un tercero concreto. Sin esto, tampoco hay necesidad de que alguien se entere, aunque si querés lo podés esparcir y materializar al receptor. Y es más, hasta le conviene que sea escrito a este tercero concreto-hipotético, porque si se está pegando el embole de su vida,  te deja de leer y chau, sin necesidad de la pantomima inútil. Por otro lado, no se requiere la respuesta apurada de confirmación o refutación…no necesitas de una mierda, en verdad.

Además, como si todo esto  fuera poco, nadie te refrena. Esto es clave señores porque, cuando hablamos, hablamos refrenados; si ya se, es una cagada que sea así pero inconscientemente todos lo hacemos, sobre todo en ciertos lugares. Como me encantan los ejemplos, pongamos uno: estás en una de esas comidas familiares medio gancho y de repente tu tío o tu tía o cualquiera de ese elenco de familiares que realmente te chupan tres huevos, dice una frase que tranquilamente podría ser “y si, a estos negros de mierda hay que matarlos a todos”. Y vos, ¿qué hacés?; ¿te callás y mirás a tu hermana o hermano, o alguno que tenga un poco de consciencia social, y le ponés cara de “¡pero mirá lo que dijo este hijo de puta!” o lo mirás al energúmeno y le decís expresamente “a vos habría que matarte, cabeza de verga”? La verdad eh, ¿qué hacés? Yo me callo, no quiero que mi vieja se atragante con los ravioles ni cagarme a trompadas con algún primo. Pero eso que te queda adentro, te va haciendo mierda, porque tenés ganas de hacerle algo, decirle algo…y no podés. Pero ahora sí (acá ya me siento como un vendedor de Sprayette), ahora lo escribís, en el papel lo mandás a cagar, lo hacés mierda, lo cariturizas, le decís expresamente y sin tapujos “vos sos un cabeza de verga” y, más aún, le demostrás porqué se ganó ese mote. Y entonces, en la próxima cena o almuerzo familiar, lo vas a mirar y con una sonrisa vas a decir “acá está este hijo de puta”, pero casi con cariño, de forma burlona pero sin rencor. Y es más sano, sabés que sí, si total está lleno de hijos de puta.

Pero esto no queda acá; la charla hablada no tiene porque eliminarse ni verse dañada. De ninguna manera, jamás se me ocurriría eso. Sería muy aburrido todo; así que podemos seguir hablando boludeces, contándonos cosas y tomando café. Podemos seguir comiendo juntos, salir, ir al cine, teatro, coger, jugar al fútbol, etc. Es decir, hacer todo. Este descubrimiento no resta, suma; Gramsci podría decir que es importante para la filosofía de la historia. Bah, por lo menos yo lo diría si fuese él.

2 comentarios:

  1. Ponele que al próximo forro que venga y me diga por qué escribís en un blog le mando el link de este post para instruirlo un poco.
    Ponele que al siguiente gil que me pregunta y quién es esa persona a la que dirigís el 90% de las cosas que llevás escritas desde 2008, le tiro este post también.

    Escribir es una catarsis, un dar a luz constante y algunas veces como decís por ahí, bancarte a vos mismo, porque sí, porque al releerte, una vez que saliste del momento en el que querías romper todo, leés la sarta de pelotudeces que decías, tomás conciencia y pensás: qué bueno que en vez de agarrar al primer imbecil que se me cruzó me senté a escribir.

    Al menos yo por eso creo que escribo.

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    1. exactamente flor, exactamente. aunque no parezca, tiene una función social clara; mantiene amistades y parejas por más tiempo. sabes lo que sería fumarse todo lo que no se dice...un horror.

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